jueves, 22 de septiembre de 2011

Preguntas sin respuestas ...

Conforme al proyecto con el que Conaculta y Educal pretenden, indebidamente, construir su librería en Fernández Leal 43 en el Barrio de La Conchita en Coyoacán, la casona ahí existente de los años 30 catalogada por el INBA y protegida por el INAH, "conservará su estado original", por lo que el proyecto arquitectónico la despojará de todos los añadidos que se le hicieron.
Según lo informado en varios medios por la señora Consuelo Sáizar (¿cuánto gastará Conaculta en la difusión de los proyectos personales de su titular? ¿Estos gastos también se incluyen, por ejemplo, en el presupuesto de la librería que ya ascienden a más de 120 millones y no sólo 100, como afirman las autoridades "culturales") será inaugurada este invierno del 2011(recuérdese que conforme a lo programado inicialmente y comprometido con la Cámara de Diputados al aprobarse su presupuesto, a estas alturas la librería debiera estar funcionando con ganancias de más de 3 millones de pesos al mes); sin embargo, al ver el estado en que se encuentra la construcción, constatar la enorme cantidad de agua que existe en el terreno y ver la destrucción de varias paredes de la casa y posibilidades de su derrumbe, nos asaltan varias interrogantes:
- Dado el atraso en la construcción ¿realmente será inaugurada este invierno? ¿Otra vez más el programa de inversión aprobado por la Secretaría de Hacienda tendrá que ajustarse? ¿Qué la Auditoría Superior de la Federación no tiene, en verdad, nada que decir al respecto? ¿Cómo justifica la Contraloría (jaja) de Conaculta el no ejercicio del presupuesto conforme a lo programado? ¿Ha hecho alguna observación al respecto? ¿Qué aquí también los funcionarios culturales pueden gastar el presupuesto como les convenga, fuera de lo programado y autorizado?
- Conforme a los normas vigentes y aplicables al caso, tanto el INBA como el INAH, deben supervisar la construcción que ellos, conforme al proyecto que les presentó Educal, aprobaron bajo determinadas condiciones, ¿El INBA y el INAH han realizado los trabajos de supervisión y constatado a través de la bitácora de construcción que los trabajos se han llevado conforme a lo originalmente aprobado, y la casa no está siendo destruida? ¿En dónde está los reportes correspondientes? ¿Qué la Dirección de Sitios Patrimoniales de SEDUVI (jaja) no debiera opinar al respecto? ¿No representa un peligro para el personal que vigila la obra y vecinos el estado lamentable en que se encuentra hoy en día la casa?  
- ¿Qué el proyecto de construcción no contempló un estudio previo de las condiciones del subsuelo para determinar las condiciones que se enfrentarían? ¿La manifestación de construcción incluyó algún plan para contender con el agua del subsuelo que ya ha provocado varias inundaciones del predio y que ha llevado a los constructores a bombear el agua del subsuelo directamente a las alcantarillas? ¿Qué la Dirección de Obras de la Delegación no tienen nada qué decir al respecto? ¿Y la Dirección de Aguas y la de Obras Hidráulicas?
- Al quedar al descubierto el agua del subsuelo, ¿no peligran los cimientos de las casas aledañas? ¿La proliferación de mosquitos no es una condición para que intervengan las autoridades correspondientes? Vecinos y estudiantes de la Escuela de Música (por cierto, también de Conaculta) se quejan cada vez más de esta plaga.
Estas son algunas de las preocupaciones que suscita el estado actual de la obra de destrucción que Conaculta realiza en Fernández Leal 43.



 

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Poderoso caballero es Don Dinero ...

Hace ya cuatro años que la arquitecta Fernanda Canales; autora y difusora del proyecto arquitectónico con el que Consuelo Sáizar pretende construir una librería en Fernández Leal 43, una de las calles más congestionadas del Barrio de La Concepción en la Delegación Coyoacán en el D.F.; publicó en Noticias de Arquitectura (http://notiarquitectura.wordpress.com/category/fernanda-canales/) una evaluación crítica del proyecto de la Torre Bicentenario, anunciado en julio de 2007 por el titular de la Jefatura de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard.
Entre sus muchos argumentos críticos, la arquitecta Canales plantea la inoperancia del proyecto debido a los problemas viales que en la zona ya habían rebasado desde hacía mucho tiempo lo imaginable, a la transgresión de la ley de suelo (sic), y por pretender destruir uno de los edificios de la arquitectura del siglo veinte en México, considerado monumento de valor artístico por el INBA.
Así mismo plantea que el proyecto "es sintomático de la esquizofrenia entre los intereses particulares y las necesidades colectivas que caracteriza nuestros procesos actuales"; y reconoce que la falta de un marco normativo adecuado para el desarrollo urbano de la metrópoli se traduce en una "proclividad hacia las implantaciones acríticas". Para ella, la megatorre anunciada por Ebrard simboliza "un crecimiento demográfico" (¿desarrollo urbano?) marcado por propuestas apresuradas y autoritarias. En la última parte de su ensayo esboza una valoración crítica general de varias medidas impulsadas por Ebrard, como las playas urbanas y "los intentos por colar el uso de bicicletas en la ciudad", y afirma que ha hecho falta "preparar el soporte para las actividades que se quiere fomentar". Cierra su escrito afirmando que "En el resto del mundo, eventos como las Olimpiadas, los centenarios, las ferias mundiales, han sido buenas excusas para repensar las ciudades y convertir la arquitectura en una estrategia integradora. Lo importante, entonces, no sólo sería la Torre Bicentenario, sino lo que ha de acompañarla: el contexto".
 Los argumentos de la arquitecta Canales en contra de un proyecto arquitectónico como el de la Torre Bicentenario suenan razonables, sólidos y consideramos dan en el blanco de las políticas serguidas por el gobierno de la ciudad para priorizar el desarrollo urbano asociado a las grandes construcciones (negocios) sobre "el contexto" de las condiciones de vida de los habitantes de la ciudad.
Llama la atención, sin embargo, que la propia arquitecta Canales, no obstante sus argumentos para cuestionar el proyecto de la Torre Bicentenario, sea quien ha elaborado, y ahora publicita, el proyecto del Centro Cultural Elena Garro que CONACULTA, a través de EDUCAL, pretende construir en el corazón mismo del barrio emblemético de La Conchita en Coyoacán, D.F.
Y este hecho es de llamar la atención debido a que el proyecto de la arquitecta Canales se ha pretendido construir a partir de un certificado de uso de suelo a todas luces irregular, violando la normatividad del Programa Parcial del Centro Histórico de Coyoacán, con autorizaciones indebidas de SEDUVI, a pesar de que su propia Dirección Jurídica reconoce lo inadecuado de sus actuaciones en el otorgamiento de diversos permisos, con autorizaciones realizadas al vapor por Bellas Artes y el INAH para "realizar intervenciones" en la casa catalogada como de interés artístico; en donde al centro cultural que se busca erigir ahí se le han condonado más de 100 cajones de estacionamiento que por ley (¿?) debiera contruir (sólo tendrá 20 para sus empleados), en donde... mas y más irregularidades.
Pero, creemos que a final de cuenta no debemos llamarnos a sorpresa, como bien dice la arquitecta "es sintomático de la esquizofrenia entre los intereses particulares y las necesidades colectivas que caracteriza nuestros procesos actuales"; o como dijera mi abuela "poderoso caballero es Don Dinero". 

lunes, 19 de septiembre de 2011

El espacio autoritario: El proyecto de la Librería Educal en La Conchita

El proyecto arquitectónico con el que CONACULTA pretende construir el Centro Cultural Elena Garro en el Barrio de La Conchita en Coyoacán fue autorizado de manera ilegal por SEDUVI para incrementar, fuera de las normas establecidas para un barrio ubicado en el Programa Parcial del Centro Histórico de Coyoacán, en más de 600 metros cuadrados la superficie de construcción existente en el predio de Fernández Leal 43. Inicialmente se construiría una librería que contaría con dos niveles con más de 760 metros cuadrados, pero ahora, con las nuevas ocurrencias de la señora Sáizar, se destinarán otros espacios de más de 400 metros cuadrados, tanto a aulas de capacitación como a una sala de usos múltiples (auditorio); lo que ha implicado pasar de un presupuesto de "solo" 20 millones a uno de más de 120 millones de pesos, sin contar lo que sin duda se acumulará en el ínterin.
La arquitecta Fernanda Canales, una de las autoras del faraónico proyecto arquitectónico (por el que le pagaron un poco más de un millón ochocientos mil pesos, y por el que hasta donde sabemos no se abrió ningún tipo de concurso o licitación), en un comunicado de CONACULTA de julio de este año explicó que el proyecto parte de la idea de hacer de la librería un espacio abierto, mediante un bloque transparente que se añadirá a la fachada del antiguo inmueble y que visualmente mostrará los libros a los visitantes desde el primer momento, convirtiéndose en un nuevo concepto de librería de barrio. En estas ocasión la arquitecta señaló, muy oronda, que parte de su inspiración para este diseño surgió de diversas fuentes, entre ellas la Librería Morgan (sic), de Nueva York y el predio que resguarda la Literature House, de Berlín.
Sorprende que la arquitecta Canales, tan reconocida en nuestro medio por su obra y sus ideas sobre el desarrollo urbano, en contra de sus propios conceptos haya considerado viable este proyecto en un barrio como el de La Conchita en Coyoacán, D.F. (y especialmente en la calle de Fernández Leal), desoyendo "la naturaleza de una ciudad y sus posibilidades", y sin considerar en lo más mínimo las condiciones en las que en la actualidad viven los habitantes de la zona en la que se pretende eregir el susodicho Centro Cultural.
Este proyecto no es sustentable, independientemente de sus valores artísticos en abstracto, es una agresión al entorno ya de por sí muy deteriorado del Barrio de La Conchita. Téngase presente que lo que se quiere construir es una librería y no una biblioteca e, incluso, quizá una biblioteca con una construcción como la que propone el proyecto quede bien en la zona del Midtown Manhattan en New York; pero, desgraciadamente, no en la calle de Fernández Leal, aquí en la Ciudad de México. O quizá una propuesta como el Centro Cultural muy bien puede armonizar en una zona con el equipamiento y vocación urbana como la Salvatorplatz en Berlín, pero no vemos cómo puede hacerlo en el Barrio de La Conchita.
Estamos ciertos que no hay que tomar la ciudad como algo heredado e inmutable, sino hay que asumirla como algo que cotidianamente construímos. Pero una obra faraónica como la propuesta por la arquitecta Canales no aporta soluciones a nuestros graves problemas de desarrollo urbano, como, pensamos, debieran hacerlo los proyectos arquitectónicos contemporáneos -del siglo XXI; y más que ayudar al mejoramiento urbanístico del Barrio de La Conchita pareciera responder a las necesidades de fanfarrias de la titular de CONACULTA, sin que importen ni el entorno, ni mucho menos las condiciones de vida de los vecinos.