El
dedazo
Denise
Dresser *
REFORMA,
19 Julio 2021
Despertamos y el dedazo
seguía ahí. Ese mecanismo pre-democrático del pasado, revivido en el presente.
Ese hábito autoritario del priismo, resucitado por el lopezobradorismo. Andrés
Manuel López Obrador desempolva una costumbre arcaica que la transición dejó
atrás, porque es el único método que afianza el control de su legado, la
prolongación de su transformación. Al elegir a su sucesor busca cimentar lo que
hasta ahora es sólo arena movediza. Un proyecto individualista,
hiper-presidencialista, edificado sobre el culto a la personalidad, pero con
una inerme institucionalidad. A tres años de que termine el sexenio, AMLO
necesita asegurar que la "4T" persistirá, aunque él no esté ahí
diariamente para narrarla. Necesita ungir a un incondicional que sea totalmente
palacio.
Ello requiere herederos
confiables y complacientes, dóciles y displicentes. Alguien que le prometa
proseguir al pie de la letra la vuelta en u que ha iniciado, la puesta en
reversa que ha dictado. Alguien dispuesto a escuchar recomendaciones provenientes
de "La Chingada", el lugar a donde el Presidente promete que se
retirará. Pero es difícil imaginar que se mantendrá al margen de las acciones y
las decisiones llevadas a cabo en su nombre. Así como hubo un Maximato, habrá
un AMLOato; un esfuerzo por seguir influenciando, mandando, determinando. El
otoño del patriarca irá acompañado del dedazo del patriarca.
Dedazo anunciado de
manera prematura que nos coloca en una sucesión adelantada. Dedazo disfrazado
por la selección del candidato de Morena mediante una "encuesta" con
metodología ininteligible. Designación personal escondida detrás de una vía que
dista de ser institucional. Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum compitiendo
entre sí para ver quién será el elegido, quién será el destapado, quién será el
Presidente entrante que se comprometerá a cumplir los compromisos del
Presidente saliente, para que no haya traiciones o alteraciones.
Ella parece ser la
preferida de AMLO; la mujer a la que quiere apuntalar, porque en momentos clave
ha colocado la lealtad por encima de la gobernabilidad, la fidelidad por arriba
de la institucionalidad. La Claudia competente a veces convertida en la Claudia
complaciente. La científica racional, creyente en los datos, a veces apoya sin
chistar los "otros" que presume el Presidente. La jefa de Gobierno
autónoma a ratos transfigurada en la regenta que no lo es. Tan capaz para
tratar algunos temas de política pública, tan sojuzgada para encararlos cuando
su jefe se lo ordena. Cargando con el colapso de la Línea 12 sobre sus hombros,
en el cual tiene una responsabilidad compartida pero no aclarada. Arrastrando
tras de sí la humillación electoral en un bastión que perdió y gobierna a
medias. Obligada a todo para ser la candidata, "La Presidenta", la
hija creada y empoderada por el padre político que quiere colocarla en la
silla, detrás de la cual permanecerá parado.
Ante esa sucesión anunciada,
y recordando lo que le ocurrió a su mentor Manuel Camacho, Ebrard hace
explícita su intención de contender. Lleva años esperando, postergando,
cumpliendo y ahora se mueve para sí salir en la foto. Para finalmente ser
recompensado. Para demostrar que él no sólo es bombero, sino también
presidenciable porque sabe cómo operar, resolver, usar el andamiaje del Estado
cuando otros ni lo conocen. Sabe que esta es quizás su última oportunidad y
para aprovecharla, buscará encabezar un proyecto probablemente más pragmático y
menos radical, más socialdemócrata y menos peleado con el mercado, más
globalista y menos autárquico. Pero a él también lo persigue la podredumbre del
Metro y las muertes que provocó; el acuerdo con los contratistas y la
corrupción que engendró. El canciller multiusos, el funcionario apagafuegos, el
que compra pipas y vacunas y hace todo lo que se le pide. Pero un político con
trayectoria propia, menos propenso a subsumirla después del 2024.
Mientras tanto, AMLO
distrae y divierte y divaga decidiendo quién será el designado por el dedo
divino. El dedo que Zedillo se cortó promoviendo la primera primaria del PRI en
1997; el dedo que López Obrador estirará de nuevo reviviendo los viejos tiempos
en los cuales el poder no se conquistaba en las urnas; se traspasaba en los
palacios. El poder que -en palabras de Edward Albee- siempre es peligroso
porque atrae a los peores y corrompe a los mejores.
*Denise
Dresser es politóloga, escritora, columnista y activista. Coordinó el libro
"Gritos y Susurros: Experiencias Intempestivas de Mujeres". Ganó el
Premio Nacional de Periodismo en 2010. Su último libro es "El País de Uno.
Reflexiones para entender y cambiar a México".